sábado, 31 de marzo de 2012

Entrevista a Gerardo Bergérez

"Necesito del teatro tanto como ir al baño o comer"



Por Charly Zárate

Este actor y director teatral uruguayo se encuentra presentando la segunda temporada de “Mátame de nuevo”, una profunda comedia dramática sobre la relación perversa entre una madre y su hijo, a quien manipula psicológicamente inventándole diferentes enfermedades, una patología real denominada Síndrome Múnchhausen.

Gerardo Bergérez cimentó su vocación artística formándose durante diez años en el Teatro El Galpón de la ciudad de Montevideo. Allí tuvo como maestros a María Azambuya, Nelly Goitiño y Cesar Campodónico, entre otros grandes del teatro uruguayo. Fue en ese mismo espacio donde construyó a su Ser actor en obras como “Galileo Galilei”, de Bertolt Brecht, “Platonov”, de Chéjov, “Jetattore”, de Laferrere, entre tantas otras; aunque con “Un hombre es un hombre”, de Brecht, logra consagrarse definitivamente obteniendo un premio Florencio por su actuación. También forjo a su Ser director con “La tercera parte del mar”, de Alejandro Tantanian . El cine también lo sedujó, realizando varios cortos y coprotagonizando la película “El cuarto de Leo” de Enrique Buchichio.
Dese hace algunos años, decidió instalarse en Buenos Aires y continuar su prolífica carrera. En “Reglas, usos y costumbres de la sociedad moderna” logra un trabajo actoral destacable por la crítica y que también le habré las puertas del mercado brasileño y español. Con “Loco afán” y “Tengo miedo torero”, remarca una solidez direccional, al adaptar para el teatro estos dos textos del autor chileno Pedro Lemebel.

CZ: ¿Cuál fue la génesis de "Mátame de nuevo"?

GB: Parte de las ganas de compartir junto a Marcelo Iglesias un escenario, ya que lo había dirigido en "Un loco afán" y "No tengas miedo torero", ambos espectáculos basados en la poética de Pedro Lemebel. Le conté a Marcelo que tenia la idea de armar algo sobre la premisa de que él fuera mi madre, hablamos con Érica Halvorsen , con quien ya había trabajado porque dirigí en el Teatro El Galpón de Montevideo "La persuasión", otro texto de ella. Cuestión que en dos semanas Érica escribe la obra y en menos de un mes la teníamos armada.

CZ: Estabas muy seguro de lo que querías...

GB: Si, pero igual yo tenía mucho miedo de lo pudiera suceder en el estreno ya que nunca se la mostramos a nadie y trabajamos durante ese mes a puerta cerrada en los ensayos. Yo siempre dirijo y tengo una visión totalmente objetiva, o al menos trato de no enamorarme tanto de lo que hago, pero en este caso estaba dirigiéndome a mi mismo y a Marcelo, a su vez él tiraba ideas y entre los dos estábamos creando ese "monstruo" que no sabíamos lo que podía llegar a ser. Quizás tal vez era aburrido, largo, tampoco sabíamos muy bien sobre que estilo estábamos cimentando.

CZ: ¿Y en qué línea la ubicarías ahora?

GB: En el humor negro, absolutamente. De hecho las intenciones estaban dadas para que fuera por allí.. Como actor soy más dúctil, pero como director tengo una línea expresiva bastante marcada y el humor negro me encanta.


“El teatro es un juego que muchas veces se aproxima a la verdad”

CZ: ¿Es tu experiencia más experimental?

GB: He echo cosas muy osadas y jugadas, transgresoras si se quiere, pero nunca había desarrollado esta especie de desmesura del ego, justamente algo que siempre critico en otros directores, que es escribir, dirigir y protagonizar sus textos.

CZ: ¿Cómo se eligieron con Marcelo Iglesias?

GB: Cuando estaba buscando el elenco ideal para montar “Tengo miedo torero”, que fue la tercer obra que estrené en Buenos Aires y la elegí porque admiro la poética de Pedro Lemebel, un autor chileno muy reconocido a nivel mundial, que tiene unas letras muy transgresoras y filosas, que mezclan todo el mundo homosexual. Entonces, en esa búsqueda me encuentro con Marcelo Iglesias, que no lo conocía pero funciono perfectamente en el casting. Cuando lo seleccione, se murió de la emoción porque él también ama a Lemebel, su obra y su personalidad con todo lo que Pedro significa en el mundo gay.

CZ: ¿Qué destacas de él cómo actor?

GB: El maneja muy bien el tema del transformismo en escena pero con una sutil naturalidad. Se pone tacos y pelucas pero no da travesti, es difícil de explicarlo porque es mágico lo que logra, ya lo han podido comprobar muchos cuando formaba parte del grupo Caviar, con Jean Francois Casanova, aunque allí tenía inhabilitada la palabra. Entonces, lo que logramos juntos es mantener toda esa estética corporal que él maneja, con el sustento de la palabra y la verdad escénica. Su desarrollo en “Mátame de nuevo” creo que es la síntesis de todo eso, lograda en los tres años y medio que llevamos juntos trabajando.

MÁTAME DE NUEVO, llamativo síndrome
Junto a Marcelo Iglesias en Mátame de nuevo

CZ: ¿Qué información a priori manejabas sobre el Síndrome Múnchhausen?

GB: Soy bastante fanático de series médicas y una vez había visto un caso de este síndrome que me había llamado mucho la tención. Cuando estábamos con Érica reunidos y concentrados en la creatividad del libro, a ella se le ocurre plantearme la inclusión de este síndrome en la relación vincular de los personajes. Así fue que comenzó a investigar mucho acerca de este tema, un síndrome cuya base parte de las madres que enferman a sus hijos sin estarlo realmente. Es decir, les inventan todo tipo de enfermedades sumergiéndolos en un daño psicológico terrible.

CZ: Y esta realidad eligen contarla desde un encuentro ficcional entre Marilyn Monroe y Frank Sinatra. ¿Cómo aparece este recurso en el proceso de creación?

GB: Esto parte de algunas historias personales de la autora a raíz de experiencias que fue acopiando sobre las historias de personas cercanas que habían tenido madres con una especie de delirio haciéndole creer a sus hijos que su padre era algún famoso.

CZ: La obra también funciona como espejo para el espectador que puede reconocerse o reconocer a esa madre…

GB: Hay muchas madres así, quizás no al extremo que alcanza la ficción, pero si las hay castradoras, obsesivas, compulsivas, que te siguen muy de cerca, que cercenan libertades individuales. No es mi caso en absoluto, tengo una madre divina y Marcelo también. Pero muchas veces ha pasado en las funciones de gente que se siente afectada o ven representados rasgos de su propia madre.

CZ: ¿Crees que el teatro puede ser terapéutico?

GB: El teatro es un juego que muchas veces se aproxima a la verdad, pero no creo que pueda ser terapéutico. Hay bastantes chantas circundando el arte teatral, que a veces quieren transformar ciertas técnicas teatrales que están asociadas meramente al escenario para llevarlas hacia lo terapéutico. Y mucha gente desesperada, inocente y desinformada son presas de esa gente. Lo que si creo es que el teatro es catarquico, desde los griegos hasta la actualidad, tanto para el espectador como para el hacedor. Uno tiene necesidad de ver teatro y de hacer teatro.

CZ: En tu personaje se puede admirar un trabajo corporal exhaustivo, casi sin vestuario ni artificios de caracterización. ¿Desde dónde abordaste ese rol?

GB: A ciencia cierta no te puedo decir desde dónde fue elaborado ese proceso porque no lo registré. Cuando dirijo tengo muy claro cuál es el proceso como director, desde el primer ensayo sé que puertas vamos abrir aunque no hacia dónde vamos a ir, de todas maneras sé medianamente cuál va a ser mi guía hacía los actores. Pero como actor fue muy extraño, ya que venía trabajando bastante en mi doble rol de actuar y dirigir, aunque sinceramente en este proyecto todo se fue dando naturalmente. Sabía que quería transformarme sutilmente y desde el interior. Creo que todo partió desde Marcelo y lo que aportó a través del proceso de transformación de su personaje.



CZ: Hay un momento clave que me gusta observar y es el del aplauso final. Las reacciones de los actores son muy particulares y disimiles. ¿Cómo transitas ese instante de “gloria”?

GB: Sinceramente, el momento del aplauso es el que menos disfruto. Es decir, obviamente que me gusta que aplaudan y que la obra funcione, pero yo me conecto más con los espectadores mientras estoy haciendo la obra, estoy muy pendiente todo el tiempo de sus reacciones. Trato de captarlos tanto, que cuando termina la obra siento que eso ya se desconecto. Es un momento en el cual me siento un poco incómodo y quiero salir corriendo al camarín.

CZ: Soles estrenar dos o tres obras por año, dirigís, actúas, producís, esto te define como un creador prolífico pero también con una necesidad constante de expresarte a través del teatro, ¿no es cierto?

GB: Son varios los motivos. Primero porque soy una persona que tiende a construir y eso forma parte de mi personalidad, en segundo lugar esta la formación, yo crecí formándome en el Teatro el Galpón de Montevideo que lleva 63 años de historia, y que construyó prácticamente el teatro latinoamericano, un teatro que fue muy visionario y removedor políticamente. Ese lugar es un núcleo de permanente acción, entonces me crie y formé con todos esos actores y maestros que te enseñaban a construir, y eso lo tengo en mis células.

CZ: ¿Un teatro militante?

GB: Claro. Independientemente de que todo espectáculo teatral es político, no en el sentido partidario ni banderas, sino como herramienta para transformar.

CZ: ¿Desde dónde trabajas tu impulso creador como actor?

GB: Hay algo que tiene que ver con la necesidad, emparento las necesidades básicas de comer e ir al baño, con las de actuar. Y esa necesidad de experimentar la sensación de estar en el escenario, sentir que empieza todo pero que también puede terminar todo ahí. Porque cada vez que uno va actuar dice “esto es maravilloso” pero quizás es la última vez que lo haga. Trabajar con el cuerpo es lo lindo y efímero que tiene el teatro, porque yo no se hasta que punto voy a poder seguir con esto. Hay historias de actores consagrados que en algún momento dejan de actuar, y esto sucede porque los miedos son más grandes que las gratificaciones que te da el hecho de actuar. Por ahora me gana la necesidad, pero algún día me puede ganar el miedo. De hecho cada sábado, minutos antes de la función me agarra como una opresión en el pecho, es la tensión que me sigue generando ese momento previo.

CZ: También escribís, ¿cómo es tu proceso de escritura?

GB: En los últimos años lo que más he hecho es adaptar novelas al lenguaje dramático. Primero lo hice con “Tengo miedo torero”, que es la única novela que escribió Pedro Lemebel, y fue de una dificultad muy grande llevar esas imágenes que relata él al lenguaje teatral, pero me fue muy bien. Después vino “Loco afán”, también de Lemebel y con mayor nivel de dificultad porque eran crónicas sobre travestis que se mueren de sida en Chile cuando presidia Pinochet en los años ochenta.

CZ: ¿Ahora estas escribiendo algo?

GB: Ya termine de escribir y estamos en pleno ensayo para estrenar dentro de pocas semana una obra que se llama “Trio”, que es una especie de trihller psicológico sexual con temática gay y mucho misterio. Va a ser transgresora y polémica sin dudas.



CZ: ¿Y algo más para este año en Buenos Aires?

GB: También empecé a ensayar otra obra para presentar el Teatro Sha sobre un texto uruguayo llamado “Sarita y Michel”, con Marcelo Iglesias y Hana Fleishmann, es un espectáculo que le va a interesar mucho a la comunidad israelita. Se trata del encuentro de una mujer judía con una travesti, generándose un vínculo muy tierno y luminoso derribando algunos mitos y prejuicios que hay con esta comunidad. Realmente es un teatro poco transitado, al menos por mí.

CZ: ¿Qué es el teatro para vos y cómo lo definirías?

GB: Creo que hay tantas definiciones del teatro como hacedores existen. También se manosea mucho el término teatro, el actor y la profesión esta muy bastardeada. Yo soy un defensor de la profesión, al punto que me he peleado con mucha gente por eso. Hoy cualquiera se dice actor porque solo actúa, y no es así. Tiene que haber una pasión, un talento genuino y sobre todo una formación. Había un maestro, de quien no recuerdo su nombre, que decía: “el teatro es treinta por ciento talento y setenta por ciento transpiración”. En realidad es eso, el esfuerzo, el empecinamiento y el estudio. Yo estudie cinco años en una escuela integral donde trabajábamos, no solamente la parte de arte escénico sino también la teoría del arte, la voz y el cuerpo. Los uruguayos tenemos una técnica actoral muy definida, yo puedo hacerte tres funciones seguidas y no me voy a leccionar la voz. Eso es ser un actor, dominar tu cuerpo, inteligencia y el alma. 
 
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MÁTAME DE NUEVO


Una madre que posee la extraña enfermedad de enfermar a su ser más amado. Un hijo que posee un solo deseo, matar a su madre.Cuando la trasferencia de deseos se vuelve patológica, cuando el amor se vuelve posesión, cuando la fama es obsesión y la mentira realidad, la única vía de escape, seguramente, sea la muerte. Madres amorosas, madres protectoras, madres sobreprotectoras y madres siniestras. Todas esas madres conviven y sobreviven, en Mátame de nuevo. Mátame de nuevo es un grito, desesperado y tragicómico, al ritmo de las canciones de Frank Sinatra. Mátame de nuevo es una comedia negra. Es una relación madre e hijo. Es una ilusión que se vuelve mentira, que se vuelve enfermedad, que se vuelve mortal.

Teatro La Comedia
Rodriguez Peña 1062
Funciones: sábados 21 hs
De Erika Halvorse
Con Marcelo Iglesias y Gerardo Begérez

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Próximo estreno lunes 2 de abril
TRÍO

Con : Jonás Elfenbaum, Juanma Gómez Antognazza Hernán Felipe y Hugo Joel Bibiano
Texto y Dirección: Gerardo Begérez