viernes, 13 de enero de 2012

Entrevista a Javier Daulte

“El auténtico germen para escribir dramaturgia está en la infancia”



Por Charly Zarate

Javier Daulte a solas con La Voz Joven. Acaba de estrenar en el Teatro Cervantes “4D Óptico”, pieza que se suma a la destacada lista de obras que lo tienen como autor y director, tal es el caso de “Espejos circulares”, cuyo proceso de creación es tema de esta entrevista, en la cual reflexiona sobre lo terapéutico de ver y hacer teatro; tambien nos permite indagar en ese universo interior que lo llevó a convertirse en uno de los dramaturgos argentinos más relevantes y con mayor proyección internacional.


CZ: ¿De qué manera y cuándo se activó tu dispositivo creativo para escribir dramaturgia?

JD: Uff, se remonta a tantos años atrás. El teatro me capturó cuando tenía catorce años, en aquel momento me parecía mágica esta cosa de crear una ilusión en un escenario y es lo que más disfrutaba como espectador a esa edad. Pero de alguna manera quería estar allí, comencé estudiando actuación y la dramaturgia vino un poco más tarde. Lo cierto era que no me imaginaba contando historias exactamente como yo las veía sino que el teatro me estimulaba a la posibilidad de inventar maneras de contar historias. Luego entendí que a esto se le llama crear un lenguaje, y muchas veces el punto de partida de mis obras tuvieron que ver con desafíos narrativos.

CZ: ¿Cómo cuáles?

JD: Como tratar de tentar los límites del lenguaje teatral. Como por ejemplo en la obra "¿Estás ahí?, experimentar si es posible que haya un solo actor en escena y dar la sensación que hay muchísimos personajes. O en la obra que acabo de estrenar en el Teatro Cervantes, "4D Óptico", donde mi punto de partida fue saber si es posible que un espectador este mirando dos obras de teatro a la vez. Entonces se me ocurrió un argumento de ciencia ficción para esto.

CZ: ¿De qué manera definirías a la dramaturgia?

JD: La dramaturgia es todo un arte complejo que involucra a todos los rubros y las disciplinas que forman parte del teatro. No solamente la escritura, sino también la actuación, la escenografía, el vestuario, la iluminación, la música. En definitiva, yo defino a la dramaturgia como la relación entre un hecho escénico y el espectador.

CZ: ¿En qué situaciones de la realidad cotidiana agudizas tu observación?

JD: Mira, a mí la realidad mucho no me interesa, vivo y estoy atravesado por ella, pero solo me interesa en cuanto a hecho teatral. Por ejemplo los simulacros que se hacen en la justicia o los de la reconstrucción de un crimen, contienen teatralidad en muchos aspectos.

CZ: Soles tomar matrices de otros lenguajes, en “4D Óptico” con lo científico o en “Lluvia rodante” con lo policial, si bien una obra es de tu autoría y la otra no, se ve que te atrae esta fusión.

JD: Es cierto. Creo que las referencias, los géneros, los lenguajes y los soportes están allí para ser usados. Si nos remitimos a las referencias de los clásicos, sus referencias pasaban por lo que tenían a mano. Entonces uno no puede ignorar que el cine y la televisión están impregnando nuestra manera de ver y contar. Y no lo estoy hablando en términos de contenido sino de lenguajes. En el teatro las convenciones fueron cambiando a lo largo de toda su historia. Como sabemos, en el teatro griego no podía haber muertes en escena.

CZ: Porque era obsceno…

JD: En realidad yo creo que porque no se toleraba la convención, el espectador sabía que no se podía morir el actor entonces era inverosímil, por decirlo de algún modo. Luego esa convención, como tantas otras, se fue modificando. En la medida que el imaginario va cambiando también evoluciona el lenguaje. Así como Shakespeare en “Sueño de una noche de verano” pone duendes y hadas que eran los seres fantásticos posibles de ese momentos, si lo escribiese hoy creo que pondría extraterrestres. De hecho es el cine quien toma cosas prestadas del teatro . Cuando me dicen a mí que saco del cine es mentira, yo recupero del teatro lo que para el teatro era genuinamente suyo y que el cine supo adoptar y reciclar. Todas las películas con elementos y personajes fantásticos son reciclajes, de manera mutada, del teatro clásico.

CZ: ¿Esto tiene algún fundamento?

JD: El realismo en el teatro hizo estragos en todo el siglo XX. No es que este mal, a mí me gusta mucho el teatro realista y considero que mi teatro es realista, pero lo cierto es que se impuso el sicologismo como el procedimiento imperante e indiscutible y como superador de todos los procedimientos previos.

CZ: ¿Cuándo emerge este procedimiento?

JD: Es un procedimiento que estalla y monopoliza el lenguaje teatral durante el siglo XX, y va en paralelo con el desarrollo del cine, pero ni los griegos ni Shakespeare usaban el procedimiento sicologista.

CZ: Y vos sos psicólogo. ¿Ejerciste la profesión?

JD: No puedo decir que haya ejercido como psicólogo. Me recibí y algo hice pero no cuenta.

CZ: ¿Te sirvió de alguna manera para elaborar mejor los vínculos de tus personajes?

JD: Yo creo que todo sirve, también me hubiera servido estudiar física quántica. Pero en esta profesión todo el mundo habla de psicología con tanta autoridad como si hubieran leído las obras completas de Freud. A mí me sirvió estudiar para dos cosas: conocer a uno de los más grandes autores del siglo pasado que es Sigmund Freud y entender que la psicología no explica nada a la hora de escribir. Cualquier personaje puede hacer realmente cualquier cosa y no debe ajustarse a una lógica psicológica sino que justamente el psicoanálisis lo que conceptualiza es que somos todos singulares, es decir, que no nos regimos por reglas universales. Y esa singularidad, eso que hace que todos seamos únicos y estemos cifrados por nuestras historias y circunstancias, se convierte en una herramienta riquísima para contar historias.

CZ: ¿Crees que el teatro puede ser terapéutico?

JD: Es terapéutico no por el contenido de las obras per se, sino que me parece terapéutico el ritual de teatro. Creo que ese ritual social es mucho más terapéutico y saludable que un hecho identificatorio de la obra.

CZ: ¿Por qué se lo piensa más terapéutico a este ritual del teatro y no al cine?

JD: Porque el teatro es una experiencia viva y una ceremonia, en cambio el cine no.

CZ: ¿Y la música?

JD: En este caso, la muisca me parece más catarquica. Si uno piensa en la catarsis del teatro griego uno no tiene que pensar en el teatro actual sino en un recital de rock y toda esa ceremonia previa de ir mucho tiempo antes. El teatro actual es un ritual burgués.


                                                                           Director y elenco de "Espejos circulares"


CZ: En la obra “Espejos circulares”, lo terapéutico tiene su peso.

JD: La autora de la obra Anne Baker habla justamente de ese lugar terapéutico del teatro que yo antes rechazaba de plano. Pero ahora estamos hablando del hecho de hacer teatro y no de ver teatro. En este caso, creo que conectarse una vez por semana con una clase de tres horas ya sea de teatro o de danza folklórica es terapéutico. Lo interesante de Espejos circulares es que el grupo es amateur, la gente que va allí lo hace porque están solos. En ese caso es muy terapéutico por dedicarle un tiempo de sus vidas a algo que no le es rentable y cuyo único beneficio es espiritual.

CZ: Creo que no habías trabajado anteriormente con estos actores (Boy Olmi, Soledad Silveyra, Jorge Suarez, Andrea Pietra y Vicki Almeida), ¿verdad?

JD: Ni yo había trabajado con ellos ni entre ellos lo habían hecho. Eso fue genial porque el proceso de ensayo se parecía mucho al proceso de los personajes y de ellos conmigo. Es una obra tan lucida y simplísima de narrar. Entonces ese desconocimiento que había entre nosotros nos vino bárbaro, porque la obra transcurre en seis semanas y nuestro ensayo duro ocho semanas, con lo cual todo fue como paralelo.

CZ: ¿Cómo te llegó la obra?

JD: Me la pasó Pablo Kompel para ver que me parecía y cuando la termine de leer le dije literalmente “esto es una joya”. Pero es una obra que mucha gente al leerla no la ve, y yo la vi. Incluso de mis adaptaciones, es la obra en la que más respete el texto ajeno.

CZ: ¿Por dónde empezas a trabajarla?

JD: De cada obra trato de detectar su mayor punto de desafío o de dificultad. En “Espejos circulares” estaba obsesionado con el tiempo que tienen de separación entre escena y escena. Y eso fue, de algún modo, el vector de mi trabajo. En el caso de “Un Dios salvaje” fue el tema del vómito, que le tocaba realizar al personaje de Florencia Peña, que era esencial para esa obra. Toda la obra era un gran vómito y constante deterioro.

Daulte en la intimidad de su casa


CZ: ¿Quiénes integraban el grupo de dramaturgos del Caraja ji?

JD: Carmen Arrieta, Alejandro Tantanián, Rafael Spregelburd, Alejandro Robino, Alejandro Zingman, Jorge Leyes , Ignacio Apolo y yo.

CZ: ¿Cuál fue la finalidad de esta agrupación?

JD: Nosotros fuimos conectados por el Teatro General San Martín para hacer un taller con Tito Cossa y Bernardo Carei para escribir obras para lo que se llamaba en su momento la comedia juvenil. El taller se disolvió porque no nos entendimos con nuestros coordinadores pero si entre nosotros. Así que nos juntamos durante dos años a escribir obras, y resulto un grupo de gran trascendencia en todo el medio.

CZ: Fundaron una nueva dramaturgia…

JD: De algún modo quedo como un mojón, una bisagra en la historia de la dramaturgia argentina. Si uno buscara ponerle un nombre a la renovación de la dramaturgia ese sería el lugar del Caraja ji, que involucra a mucha más gente que no estaba incluida. Más allá de todo eso fue una experiencia de gran aprendizaje, también haber montado “La escala humana”, junto a Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian.

CZ: ¿Cómo se lleva tu teatro con la tecnología?

JD: Mira, yo tuve una experiencia muy enriquecedora cuando trabaje con La Fura del Baus que hicimos “Metamorfosis”, fue una obra que disfrute y a la vez aprendí muchísimo. Es como todo, depende de cómo se use, he visto obras con tecnología que no me han movido un pelo y otras sí. Realmente no tengo prejuicios, aunque me doy cuenta de los que tenía antes.

CZ: Y uno de esos prejuicios que venciste fue la calle Corrientes…

JD: Claro, la calle Corrientes, los actores de la televisión, el teatro con telón. Creo que cada ámbito tiene sus ventajas y sus limitaciones. Por ejemplo mis dos últimas obras que monte en el teatro off, “Vestuario de hombres” y “Vestuario de mujeres”, las pensé más apropiada para ese espacio. O al revés, una obra como “Baraka” jamás la haría en un teatro alternativo. Y “4D óptico” la estoy haciendo en el teatro Cervantes por ciertas características del proyecto que requiere un ámbito pequeño para ocho personajes.

CZ: ¿Cómo transitaste la experiencia de guionista para la serie televisiva Para vestir santos?

JD: Realmente fue una experiencia muy placentera y que me permitió jugar libremente.

CZ: ¿Imaginabas la dimensión que llegó a tomar el programa?

JD: Mira en la tele el éxito es un número en un papel, es algo virtual. En cambio en el teatro veo a las seiscientas personas aplaudiendo y divirtiéndose. Soy consciente que al programa le fue bárbaro y gano muchos premios, pero insisto que yo lo sentía en mi casa viéndolo solo y los cuatro amigos que me mandaban mensajes para felicitarme, por decirlo de alguna manera. Por eso está bueno la tele pero me gusta más el teatro, porque allí realmente es una fiesta cada noche.

CZ: Varios directores de teatro han coincidido en que el verdadero teatro es el que se vive en los ensayos y que tras el estreno la obra pasa por otro lado. ¿Compartis esta sensación?

JD: El verdadero teatro es cuando está el público adelante, si el verdadero teatro estaba en los ensayos creo que estaban haciendo las cosas mal. Entonces por qué no llevan eso ante el público. A mi ensayar me encanta pero yo trabajo para la relación de un hecho artístico con un público. No se puede pensar la cosa separada. Ahora, en qué público estamos pensando, esa es otra cuestión.

CZ: ¿Y cuál sería tu público?

JD: No creo saberlo. Yo soy el público, es como eso se relaciona conmigo. Siempre digo que suelo escribir las obras que a mí me gustaría ver. Pero hay que tener una mirada crítica sobre tus propios trabajos y no enamorarse de algo porque lo hizo uno o porque le tiene aprecio a los actores con los cuales trabajas. Así que te reitero, el teatro es cuando está el público adelante, y ese público está tomado en cuenta desde el primer segundo que uno escribe una línea o empieza a ensayar.

CZ: ¿Seguís escribiendo tus obras a pie de escenario?

JD: En teatro sí, pero en tele no se puede. Aunque también lo haría si pudiera y los tiempos de la televisión me lo permitieran. Porque retomo esto con lo que arrancamos la charla, que la dramaturgia es todo. La mayor excelencia es cuando se combina lo escrito con el actor y una idea de puesta en escena, entonces veo eso y me dispara muchísimas más ideas que si estuviera solo con el papel. Hay escritores más inteligentes y hábiles que yo, que no necesitan de este procedimiento y sencillamente imaginándolo ya le encuentran sus mayores posibilidades. No es que no pueda hacerlo de otra manera sino que esta técnica de escribir a pie de escenario mientras se desarrollan las escenas me parece mucho más rica y le saco más ganancia artísticamente hablando.

CZ: ¿Cómo vas articulando y seleccionando los intertextos?

JD: Trato de que esos intertextos sean de mi infancia. Por supuesto que busco e investigo, a veces de manera tremendamente arbitraria y caprichosa. Para ser más claro, por ejemplo, cuando hice “Nunca estuve tan adorable” leí muchos libros de historia y me documente en hemerotecas, pero me di cuenta en un momento que empezaba a sentir que iba a desnaturalizar el germen de la obra. Entonces adopte el procedimiento de decir “yo voy a escribir la obra de los hechos de mi familia tal como recuerdo que cuando era chico oía decir a los mayores cosas que habían pasado antes”, porque la obra empieza en época anterior a mi nacimiento. Y es un ejercicio que cualquiera puede hacer. Claro que este procedimiento funciona mucho mejor para una obra que te es más propia y cercana, que en otras que no lo son como pueden ser “¿Estás ahí?”, “4D óptico” o “Automáticos”. Aunque en “Automáticos”, que es una obra sobre seres inanimados que cobran vida, mientras la escribía me acordé que la primer película que me hizo llorar cuando era chico fue “Lili”, de Lewis Carroll, sobre el vínculo de una persona con muñecos. Entonces, siempre digo que si uno tiene una idea por donde transitar, en algún momento tiene que conectar con el auténtico germen y ese germen siempre está en la infancia.

CZ: ¿Cuáles son tus referentes en teatro y en el cine?

JD: Uff, muchísimos. Pero a quien no puedo dejar de nombrar es a William Shakespeare, así como también Harold Pinter, Arthur Kopit, Ricardo Monti, después en cine Alfred Hitchcock, Steven Spielberg, entre otros.

CZ: Con respecto a tus contemporáneos, ¿hay con quienes te sentís emparentado artísticamente, por ejemplo con Rafael Spregelburd?

JD: Rafael me parece un interlocutor y me interesa mucho su manera ve ver y pensar el teatro, como a él la mía. En ese sentido me da mucho placer que seamos contemporáneos y es una de las personas que más respeto al respecto. Siento que tiene un pensamiento muy vivo sobre el teatro.

CZ: ¿Y Claudio Tolcachir?

JD: Claudio me encanta y creo que sería claramente lo que podríamos denominar un pos-Caraja ji, ya que él pudo entender la ruptura, no solo en términos dramatúrgicos sino también de las relaciones de poder que había en el teatro. Relaciones que Caraja ji las cuestiono en su momento, estableciendo que las obras se hacen con los pares y no con los maestros. Entonces Claudio empezó a trabajar con su gente y esto es para mí un rasgo fundamental.

CZ: ¿Seguís dando clases de dramaturgia?

JD: Aunque tengo cada vez menos tiempo, intento hacerme un espacio para continuar enseñando porque me da mucho placer. Me encanta ver lo que hacen y estimularlos.

CZ: ¿Qué intentas transmitirles a esos chicos llenos de entusiasmo e inquietudes que hoy te siguen como un referente reconocible?

JD: Es un trabajo que va evolucionando a lo largo de la vida, lo bueno que la gente sea fiel a lo que quiere y desea. Y que no estén mareados ni por los modelos sacralizados de los maestros ni que se enamoren de una moda que dura diez minutos. Sino que traten de hacer, escribir y dirigir lo que uno realmente quiere. Y sobre todo no intentar ser el mejor sino que lo mejor es hacer lo que uno quiere vaya como vaya, y si viene la gente y lo ve entonces poder decir que casualidad más grande que esto que me gusta hacer le interesa a más gente.


Espejos Circulares
Paseo La Plaza
Av Corrientes 1660





# Fotografías : Charly Zárate

*Esta entrevista fue publicada en el sitio La Voz Joven
http://www.lavozjoven.com.ar/?q=contenido/entrevista-con-javier-daulte

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